EL SANTO GRIAL DE VALENCIA
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. MALLORCA
El 25 de octubre de 1811 cayó Sagunto después de más de un mes de asedio.
Por Sagunto pasaban los caminos que venían del Norte.
Tras su perdida, la artillería de asedio francesa podía llegar ante los muros de la capital. La caída de Valencia, carente de víveres ni soldados suficientes, era segura.
Los franceses pusieron sitio a Valencia en diciembre. El 9 de enero Suchet entraba en la capital.
Para entonces, el cabildo catedralicio ya había abandonado la ciudad. Unos canónigos fueron a Ibiza y otros a Mallorca.
En Palma, uno de ellos comete la imprudencia de revelar que en la isla vecina se encuentran escondidos los bienes de la seo valenciana.
Entonces las autoridades eclesiásticas mallorquinas solicitan al gobernador de Ibiza, Miguel de Llamas, el traslado del cargamento, argumentando que en Mallorca estaría más seguro, pues en Ibiza era fácil que desembarcaran tanto los piratas como los franceses.
Inicialmente, Pedro Vicente Calbo se opuso al traslado, repitiendo su consabido “nones”.
Pero el 22 de diciembre de 1811 la Junta Provincial de Mallorca decreta que todo el cargamento ha de ir a Palma.
El 15 de febrero de 1812 las 22 cajas parten hacia la capital balear en la goleta ‘La Elisa’, al mando del capitán de fragata Fabio Bucheli. El Santo Cáliz también va a bordo. Y también su custodio, Pedro Vicente Calbo, bastante disgustado.
En Palma todas las cajas quedaron depositadas en la Catedral, menos la que contenía el Cáliz, que D. Pedro se negó a entregar por más que le instaron a ello.
En su manuscrito, Pedro Vicente Calbo cuenta que los canónigos de Palma le insistían en que cediera el Santo Cáliz a la catedral para exponerlo. Pero él nunca accedió y lo llevaba siempre encima, sin confiarlo a nadie.
En los meses siguientes, todo aquello que D. Pedro había logrado salvaguardar hasta ese momento, se perdió, fundido en la Casa de la Moneda de Palma para sostener la guerra contra Napoleón, incluido un gran retablo medieval de plata y los expositores de las reliquias.
Sólo se salvó el Santo Cáliz, junto con alguna pieza pequeña que D. Pedro ocultó.