EL SANTO GRIAL DE VALENCIA
LA ANTIGUA SALA CAPITULAR
El convulso siglo XIX no fue una buena época para el Santo Cáliz. Fue salvado de los expolios franceses, pero aquellos episodios fueron seguidos por años en los que el Cáliz caía en un creciente olvido, en la soledad de la Sala de las Reliquias.
En 1914 Don José Sanchis y Sivera, Canónigo de la Catedral de Valencia, escribía sobre ello y hacía una concreta propuesta para cambiar esa situación:
«Con sentimiento consignamos que el Santo Cáliz no es venerado en Valencia como se debe.
Su culto debiera constituir un acto indispensable al sustento de nuestro espíritu, por ser una fuerza evocadora de grandezas y recuerdos de otros tiempos.
Creemos que en Valencia no se venera cual se debe la preciosa joya que, en nuestro sentir, es el don más singular que posee en el orden religioso, único en el mundo.
Ante la soberana alhaja oraron nuestros reyes, nuestros santos, nuestros caudillos, nuestros sabios y nuestros antepasados, y su contemplación nos evoca los nombres de Martín el Humano, de Alfonso el Magnánimo, de Juan I, de Fernando el Católico, de Carlos I, de Felipe III, de San Vicente Ferrer, de San Luis Beltrán, del B. Nicolás Factor, de Santo Tomás de Villanueva, del B. Juan de Ribera y de otros muchos reyes, reinas, santos y personajes ilustres.
Hora es ya de que se restaure el culto que en otro tiempo se daba al santo Cáliz.
Creemos llegado el momento de que todos los fieles que sientan arder en sus venas el sagrado fuego del amor á su religión y á su patria, deben hacer un esfuerzo para que despierte su entusiasmo en honor de la sagrada reliquia, restituyéndole la veneración que la frialdad de los corazones ha dejado casi olvidada. El esfuerzo no ha de ser grande: bastaría la buena voluntad de unos pocos para que se la festejase con gran esplendor y reviviese el entusiasmo que los valencianos sentían en otros tiempos por tan inestimable tesoro. No pretendemos que resucite aquella admirable procesión que rivalizaba en suntuosidad con la del Corpus. Nuestras aspiraciones son más modestas y factibles, y no dudamos se realizarán con la ayuda de aquellas almas piadosas á las que no es indiferente la magnificencia del culto, el respeto á nuestras seculares tradiciones y el honor á nuestro suelo.
Existe un precioso monumento arquitectónico en la Catedral de Valencia, obra del siglo XIV, conocido con el nombre de Sala Capitular antigua, que se destinó en un principio á cátedra de teología y enterramiento de prelados y canónigos, donde se celebraron muchas veces sesiones de Cortes, se custodian hoy magníficos retratos, la marmórea tumba del arzobispo Ayala, varios cuadros interesantes, una admirable escultura de Alfonso Cano, un afiligranado retablo de piedra alabastrina y las cadenas que cerraban el puerto de Marsella cuando la flota del gran Alfonso V se apoderó de aquella población en 1423.
Pues bien, á este recinto, donde se ensancha el ánimo aspirando una saturada atmósfera de religiosidad, podría trasladarse el santo Cáliz y recibir allí continuo culto.
Para ello sería indispensable la construcción de un tabernáculo, que se colocaría al pie del Cristo de Cano. Dentro de dicho tabernáculo se adaptaría la veneranda reliquia, entre focos de luz, para que convergiesen todos los rayos luminosos sobre la admirable alhaja, ante la cual ardería constantemente una lámpara, como símbolo de la religiosidad del pueblo valenciano.
Los gastos necesarios para todo esto son tan exiguos, que no dudamos se sufragarían en seguida por alguna alma piadosa, ó por medio de una suscripción pública que se abriese para este objeto. Creemos que el Cabildo metropolitano no pondría obstáculo á esta noble y piadosa iniciativa, la que sin duda sería también aprobada por la autoridad eclesiástica.
No es presunción nuestra el augurar que estos desinteresados y piadosos deseos los veremos realizados.
Entonces el fiel devoto podrá contemplar á su placer la Copa sagrada en el gótico recinto, cuyo melancólico ambiente dispone á los fieles á elevarse á los cielos.
Cuando sean un hecho estos anhelos, las generaciones que fueron, las almas de nuestros antepasados, que con tanta devoción veneraron la sagrada reliquia, nos enviarán sus recuerdos, sus bendiciones y su gratitud, todo lo cual llegará á nuestro corazón con la misma suavidad que los últimos brillos del sol resbalan y acarician los pintados vidrios de los afiligranados rosetones góticos de dicha capilla.»
[EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA (SANTO GRIAL) VENERADO EN VALENCIA.
José Sanchis y Sivera (Canónigo de la Catedral de Valencia).
Valencia, 1914.
CAPÍTULO X:
Lo que debiera hacerse. — Una iniciativa muy factible. — Honor á la sagrada reliquia. —]