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GUERRA CIVIL

Desde que en el siglo III San Lorenzo pone el Cáliz a salvo de los saqueos y matanzas del emperador Valeriano, enviándolo de Roma a Huesca, hasta que en el siglo XX doña Sabina Suey Vanaclocha lo salva de la quema de iglesias ocurrida en la España de 1936, la historia del Cáliz ha sido la historia de un salvamento frente a una sucesión de persecuciones.

 

En 1959 el Canónigo Archivero de la Catedral, don Elías Olmos Canalda, publicó un librito en el que explicaba cuál había sido la peripecia del Cáliz en los años de la Guerra Civil, de 1936 a 1939, peripecia en la que él había participado personalmente.

Hace poco el profesor José Francisco Ballester-Olmos i Anguís ha aportado nuevos datos sobre lo ocurrido en aquellos años.

 

***

 

Llegó el 20 de julio del año 1936.

Ya el día anterior habían sido saqueadas algunas iglesias e incendiada la parroquia de los Santos Juanes, donde se perdieron los valiosos frescos de Palomino.

Ante el peligro inminente, el Cabildo Metropolitano solicitó al Gobernador protección para la Catedral, pero no obtuvo respuesta.

Así pues, el día 21 cuatro canónigos se plantearon la necesidad de poner a salvo al menos el Santo Cáliz.

A las 9 de la mañana celebraron Misa, con el templo cerrado.

A continuación, auxiliados por el Prebendado D. Juan Senchermés, el Capellán D. Juan Colomina y el mozo de la Catedral D. José Folch, prepararon el Cáliz: lo envolvieron en papel de seda y lo disimularon con hojas de periódico.

En esos momentos varias iglesias de la ciudad estaban ardiendo: San Valero, San Martín, San Bartolomé, San Agustín…

Entre los escasos asistentes a aquella Misa se encontraba Dª María Sabina Suey Vanaclocha, hija de María Vanaclocha (casera del piso donde se hospedaba Elías Olmos)

A ella se le encomendó poner a salvo el Cáliz.

A media mañana, Sabina, con el Cáliz oculto, salió de la Catedral por la puertecita que se halla bajo el arco que comunica la Metropolitana con el Palacio Arzobispal y, por las calles de la Barchilla, Campaneros y Mar, cruzando entre grupos de gente armada, llegó a su casa, situada en la calle de las Avellanas, 3, 3º.

Le siguieron, a cierta distancia, Elías Olmos y José Folch, en previsión de algún incidente.

Tres horas después la Catedral fue incendiada...

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